domingo, 26 de septiembre de 2010

martes, 14 de septiembre de 2010

Nuestra historia

Ustedes conocen sólo una parte de nuestra historia. Todo empezó en lo que ahora se conoce como Europa del Este, hace ya tantos años que ni siquiera nosotros lo recordamos. El nombre del primero nunca trascendió, pero sabemos que hizo un pacto con el diablo para conseguir la vida eterna. Quién lo culpa? Todos alguna vez lo soñamos y sólo pocos nos animamos a hacerlo realidad.
Al principio éramos pocos y vivíamos todos juntos, pero la “comida” (ustedes) comenzó a escasear. No teníamos otro salida: tuvimos que emigrar a nuevas tierras. África, Asia, América fueron nuestro destinos.
Normalmente somos de bajo perfil, pero hay excepciones: Erszebet Bathory, quien sacrificó a 610 doncellas para bañarse en su sangre; el príncipe rumano Vlad Tepes, mejor conocido como Vlad Drácula, y Gilles de Rais, compañero de armas de Juana de Arco, quien asesinó a varios centenares de niños con el fin de obtener con su sangre la piedra filosofal. A los tres, les concedimos la inmortalidad.
En realidad, no importa nuestro origen, lo que importa es que existimos.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Realmente nos ofende que piensen esto de nosotros…

Algunos piensan que pueden ahuyentarnos con un perro completamente negro.  Ni se gasten! El perro es nuestro mejor amigo, no el de los humanos!


Creen que pueden matarnos poniéndonos directamente entre dos espejos? Hagan eso sólo si quieren apreciar nuestra hermosura.

En la Mitología judeo-cristiana creían que personas pelirrojas, después de la muerte, se convertían en vampiros. Sin comentarios...

A pesar de todos nuestro siglos vividos, todavía no sabemos de dónde sacaron que pueden ahuyentarnos con ajo, crucifijos o rosarios. No aprenden que nada los protege…

La última y la peor ofensa que llegó a nuestros oídos es la “precaución” de dejar en nuestro ataúd un manojo de sogas entrelazadas con cientos de nudos. Se dice que,  al despertarnos, encontraremos el irresistible impulso de desanudar la madeja. Les aseguramos que nuestros coeficientes intelectuales son muy superiores a los suyos!

viernes, 3 de septiembre de 2010

Cómo matarnos

La estaca de madera es uno de los métodos más conocidos. Consiste en clavar una estaca de madera (preferentemente de fresno, espino o roble) en nuestros corazones.
De verdad creen que tienen la fuerza suficiente para traspasar nuestra piel? Sépanlo: además de ser perfecta, nuestra piel es indestructible!

Exponernos a la luz del sol no hace más que enojarnos. Que no nos guste, no quiere decir que nos mate. Por tanto, está de más decir que lo de los ataúdes es un mito; no hay nada mejor que un somier.

Existe la idea de que pueden matarnos al arrojarnos a un río. Puro cuento! Nadie es mejor nadador que nosotros. Y, un consejo: tampoco recurran al agua bendita! No nos hace ni cosquillas.

En fin…no se ilusionen! Nada puede matarnos…

jueves, 2 de septiembre de 2010

Aroma a fuego


Caminas por la entrada con ligereza, y te burlas en voz baja de los automovilistas que tocan bocina, impacientes por el tráfico. Por suerte, tú no tienes esos problemitas…
Te detienes. Sabes que nunca se te dieron bien los temas del amor. Miras la puerta como si fuese el objeto más fascinante del universo y mantienes tu mano suspendida a milímetros de la madera. No quieres llamar.
Suspiras y te consuelas: siempre haces lo imposible para que las relaciones no terminen mal, la culpa es siempre de ellos. Te permites una sonrisa y tocas el timbre, no pasan más que segundos y la puerta se abre. En el interior de la casa, radiante, te espera él. Te invita a pasar y no te haces rogar.
Romántico… piensas cuando la mesa te da la bienvenida, adornada con una vela que centellea juguetona. Cursi, cambias de opinión cuando descubres pétalos de rosa en el plato, demasiado cursi
Él se adelanta a tu andar vacilante y corre la silla. Te ofrece una copa y aceptas, aunque no reconoces tu voz; lo que sí conoces son los síntomas. El aturdimiento es el primer paso, ya llegaría el resto.
Recibes el vino que te alcanza y lo hueles, deseosa de abstraerte de ese aroma que te vuelve loca, pero el alcohol te asquea terriblemente. Perfecto: arcadas, segunda fase. Te llevas la copa a tus labios temblorosos aunque no dejas que el desagradable líquido entre a tu boca.
Escuchas que hace una broma, mas no te causa gracia. Sientes que la tercera etapa se acerca. Dudas, quieres alejarte y marcharte. Él te detiene en el momento exacto en que alcanzas la puerta. Tu cabeza se llena del aroma de su piel y el perfume que lleva no hace más que enloquecerte. Te volteas y malinterpreta tu postura. Extiende su mano y acaricia tu mejilla, sientes que se estremece. No es raro, tu temperatura habitual es de 15ºC. Le sonríes aunque no comprende el dilema que te aqueja.
Tomas su muñeca entre tus dedos y sientes ese aroma que te atrae… Te vence… Te transforma. Te relames y tu mirada comienza a inquietarlo. Conoces el sentimiento: una presa acorralada por el depredador más mortífero. Lo viste en películas, lo leíste en libros y, lo más importante, lo sufriste en carne propia. Sin embargo, ahora tu papel es el del depredador.
Acaba en segundos y sabes que no tiene salvación. El veneno se internó en sus venas al tiempo que tus labios se cubrieron de su sangre. Es fácil adivinar que no sobrevivirá, pero decides darle el beneficio de la duda. Sigues con la mirada el avance de la ponzoña, puedes ver cómo toma cada célula y la destruye. Es efectivo… Y mortal. Sólo para aquellos que completan ese pacto de venta del alma significa la eternidad, al contrario de los cobardes que se dejan llevar por el dolor y acaban muertos como ratas.
Por tu mente desfilan decenas de cuerpos en iguales condiciones. Aquel que vivía cerca de tu casa, ese otro que conociste en un curso, el que te acompañó en uno de tus viajes… En fin, tantos y diversos. Tantos cobardes… Escuchas que los latidos se aceleran, demasiado incluso para un vampiro, y reconoces ese último instante: la Parca ha decidido llevárselo. Te levantas de la silla adonde habías decidido sentarte y buscas la puerta con la rapidez que tus pies te permiten. Sales sin preámbulos ni remordimientos y, de un fuerte portazo, cierras esa escena de tu vida. La violencia del golpe tambalea la romántica vela y la llama acaricia la mesa con rapidez y eficiencia. No quedarán más que cenizas de aquel último frustrado intento…